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La portada del verdadero país ausente

El verdadero país ausente, una frase, para muchos desconocido y por otros algo más cercana, que describe de manera poética el momento de desidia que algunos venezolanos experimentan cuando se encuentran frente a la coyuntura de elegir y disfrutar entre las tradiciones que realmente le pertenecen y aquellas que no lo identifican. Sin hacer referencia a nombres, nos hace reflexionar acerca de qué sentimos al entrar en contacto con las manifestaciones populares nuestras, de cómo actuamos ante la responsabilidad que tenemos de darle continuidad y de hacer que las nuevas generaciones obtengan la información más precisa y certera sobre cada una de ellas, pues los identifica como pueblo, los une. Esta responsabilidad se transpola, pasa de individuo a individuo y llega a permear a cada uno de los entes protagonistas de la formación del ser humano.
La escuela, la familia, los amigos y, quiéranlo o no lo quieran, los medios de comunicación. Se debate desde tempranas etapas de la educación del comunicador si los medios deben educar, en realidad no es su deber, pero a la final lo hacen. Si me explico mejor, podría decir que no es deber del medio sentar a los niños y jóvenes a enseñarles valores, sexo o cualquier otra materia crítica en su desarrollo, pero realmente lo hacen. Pero, si bien es cierto que al final no hay más nada que hacer si no tomar la responsabilidad en nuestras manos, pues como comunicadores estamos en la obligación de seguir un código ético que no sólo nos lleve a ser buenos profesionales sino que, para aquellos más jóvenes, buenos padres; para el gremio es algo más difícil si los otros entes no toman parte en ello, sobre todo los padres quienes en realidad deben ser los guías de estos nuevos seres que estarán formando sus maneras y formas de obrar y de pensar para en un futuro ser el reflejo de estos primeros años de existencia. No en vano, este somero análisis de los roles sociales que en definitiva la sociedad posee, me hace pensar irremediablemente en el papel que juega en la actualidad programas de televisión como PORTADA'S, una revista mañanera que dedica su producción a la difusión de artistas locales e internacionales en varios campos. Los jueves en especial a la presentación de una sección en la que se "pretende" difundir las manifestaciones tradicionales y populares venezolanas en materia dancística. Esta evocación viene acompañada por la amarga imagen de saber con certeza que la producción de este programa posee una única "fuente de información" que no es más que la Sra. Yolanda Moreno, a quien respeto por el trabajo que ha realizado durante todo este tiempo, pues haber transformado la danza venezolana en un esquema completamente distinto sin raíces en lo propio, haber penetrado en cada uno de los estados del país y además mantenerse por tanto tiempo en ello, requiere de un trabajo arduo. Lamentablemente, el trabajo de sus Danzas Nacionalistas no está completo, no sólo por presentar esquemas dancísticos que no reflejan cercanamente a la realidad de los pueblos que "representan", que pudiesen tener cabida bajo el precepto de la libertad de las propuestas artísticas, sino que el tratar de convertirse en una fuente oral acerca de lo que desconoce le hace mostrar las costuras y los remiendos que esta disciplina posee. Entonces, PORTADA'S vendría a ser no más que la ventana nacional que refleja el verdadero país ausente, ese que todos aquellos que lo desconocen y que, por ende, no se encuentra en sus mentes es creado (y no re-creado) sin poseer argumento alguno con el que enseñar, proyectar o difundir la grandeza de nuestras danzas tradicionales. He allí el gran riesgo de la difusión, ese que toman día tras día cultores, bailadores, músicos y pueblos en general con todo y sus grupos de proyección para que el venezolano por fin disfrute de sus costumbres, sus tradiciones, sus ritmos, sus olores y colores sin sentir la necesidad de cambiar el dial porque el campesino grita muy duro: Sí es campesino y no grita, canta uno de los ritmos más complicados a escala mundial y cuando se baila estremece el cuerpo, hace que los pies se muevan solos y que el cuerpo se posea de una energía inexplicable que sólo culmina cuando el arpa o la bandola dan su última nota. Esta reflexión es para aquellos que tratan de difundir nuestras tradiciones; señores el calendario popular es tan amplio que les aseguro que una sola fuente les será más que insuficiente para lograr este propósito, además de garantizarles por lo menos unos cinco años de programa sin repetir contenidos.
Amigos productores, sean curiosos, no dejen que la comodidad los sumerja en el mundo de la ignorancia y los prive de la belleza de nuestras costumbres, de nuestro acervo.
Señores padres y representantes, participemos activamente en la formación de nuestros ñiños, hagámosles saber, transmitámosles desde el corazón el profundo amor que en medio de toda esta coyuntura política profesamos sentir. 
Amigos de la cultura popular es hora de inundar los colegios, las plazas, los medios, el estado, hagamos de nuestra pasión por ser venezolanos la verdadera misión, el verdadero tren que mueva a esta tierra que lo único que sabe dar es belleza, sin mezquindad, por el puro placer de ver el semillero crecer.

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